sábado, 13 de abril de 2013

-UNO- 13/04/2013

-Sea pues, así es cómo comienza ésto, debería estar tranquilo, es fácil; sin embargo siento nervios, nunca me acostumbro a ésta sensación, es como si un vacío viajara de un extremo a otro de mi colón, haciendo cosquillas y dando pequeños espasmos- 

Introdujo su cuerpo en la cabina de aquel armatoste derruido y lleno de pantallas táctiles, ergonómicamente diseñada, para que fuera fácil alcanzar cualquiera de ellas con solo estirar el brazo. 

Colocó la interfaz neuronal en su cráneo y todo cobró vida "ipso facto", parecía una diadema común y corriente, sin embargo, tenia todos los sensores colocados para el control integral del aparato.

Con rápidos movimientos oculares comenzó a preparar todo para el vuelo, sólo pensaba en algo, y ese algo pasaba. Si algo interfería con su proceso de pensamiento, simplemente usaba las manos. Es claro que los mejores pilotos no tenían que usar nunca las manos, pero el si, sabía que no había llegado a la perfección y sabía cuando, exactamente, utilizar las manos para controlar tal o cual pantalla y lo hacía bien, se ha de decir, aún hoy se cuenta de aquella vez que derroto a un profesional usando las manos y su cerebro.

Se cerro la escotilla -es hora- pensó - busquemos la comida de hoy- se abrió el hangar descubriendo un estadio repleto y pletórico, despego y viró el armatoste hasta la linea de partida.

El otro competidor había llegado por pura suerte hasta éste punto, su nave no tenía la  misma capacidad que la de él, voltea a verlo y sonríe, casi burlándose de el -pobre, mejor te hubieras dejado ganar, conmigo no habrá tanta suerte- dijo como si pudiera oírlo.

El estadio, a reventar, perecían romanos en el coliseo pidiendo la llegada de los gladiadores, alborotando, pidiendo, exigiendo... -Competidores preparen sus máquinas- se escucho en los parlantes, los dos competidores hacían movimientos rápidos con los ojos y uno de ellos con los ojos y las manos. Las máquinas hacían movimientos convulsivos como caballos a punto de desbocarse, ¡partida! marcaron las pantallas y ambos competidores accionaron y aceleraron a fondo.

En la primera curva, ambos competidores marcaban la pauta, ambos aguardando el momento. Al pasar por la marca, ambos se abalanzaron uno contra el otro, buscando hacer el mayor daño posible, ambas naves resultaron casi sin daño, el forcejeo continuó un momento -demonios, es duro- alcanzó a balbucear Jean Baptiste, -Aunque llego a la final a pura suerte, eso lo sentí demasiado bien hecho.-

Todo se desarrollaba demasiado rápido, Jean intentaba atacar al contrincante con maniobras laterales pero parecía que, el otro, conocía cada movimiento que el intentaba, hasta que, por fin logró colocar un buen encontronazo por abajo de su nave, el sonido fue el del metal rasgándose y abriendo la panza de aquella nave, crujir de metal retorcido y fluir de líquidos internos... hasta que, en un instante ¡explosión! y todo termina, la gente grita enloquecida vitoreando a Jean, y él, con el animo repuesto abriendo la cabina y sacando el brazo saludando a la multitud - aplaudan, eso, aplaudan, ésto es lo que tanto quieren- decía furioso, -solo quiero mi premio- 

En el podio, Jean evita las lisonjas y solo recoge su premio, una canasta con fruta, queso y algunas viandas. 

Al legar a casa, su esposa y sus hijos lo ven llegar con alegría por que regresa  !y con comida¡, pero el mejor premio lo lleva debajo de su abrigo, oculto, sabe que la gente asesina sin piedad por él sin pensarlo y lo esconde muy bien.

-Jean, ¿sólo comida?- pregunta ella, 
-no, no solo comida- ella sonríe, 
-¿cuánto te dieron?-
-tres litros- le dice él 
-caray, eso es una fortuna- 
-¿En qué clase de mundo existimos que tres litros de agua valen una vida humana?-
















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